Algunos empresarios, economistas y diferentes expertos señalan que el trabajo a jornada parcial sería una de las formas de paliar la crisis. Puede ser cierto, de hecho, yo pienso que lo es.
Hay mucha gente que necesita trabajo, pero que también necesita que el trabajo se adapte a sus necesidades. Me gustaría dar por bueno: “Trabaja para vivir, no vivas para trabajar”. Creo que es lo saludable, trabajar para procurarte un mínimo nivel de sustento para una persona y su familia.
Hay personas que no se pueden permitir trabajar a jornada parcial. Por ejemplo, cabezas de familia (normalmente hombres, pero también alguna mujer) que necesitan emplear mucho tiempo trabajando para conseguir sacar adelante una pareja (que por la razón que sea, no trabaja) y una prole (con necesidades obvias de los niños y jóvenes).
Sin embargo, hay otras personas que si les vendría bien una jornada de este tipo. Por ejemplo, estudiantes universitarios, mujeres u hombres que se hacen cargo de niños, personas con diferentes obligaciones personales, … Este tipo de personas, reclaman un contrato a jornada parcial “que sea fiel” a su nombre.
Y es que, como Cándido Méndez dice, el contrato a tiempo parcial es una forma de semi-legalización de la economía sumergida. ¿Qué quiere decir esto? Pues que hay muchos trabajadores que bajo este tipo de contrato, hacen muchas más horas de trabajo de las que debería y de hecho no declaran.
Por poner un ejemplo, el caso de una empresa (que podría ser cualquiera), que recorta horas de trabajo, recorta salarios (incluso más que las horas) y encima no paga las horas extras a sus trabajadores (ni las de antes, ni las de ahora).
Por eso mismo, en las estadísticas muchas veces mencionan que en algunos países se dan bajadas de salarios, pero en España no. Pero eso debe ser, porque en las estadísticas no tienen constancia de estos hechos que pasan entre bastidores.
Algunos empresarios deben decidir, algunos a su pesar, el recorte de salarios, pero no explican la situación al trabajador de forma adecuada. Nada de eso. Los empleados son llamados de uno a uno para firmar que aceptan el recorte del salario. Lo único positivo, es que no hay despidos, de momento.
Las circunstancias personales de cada trabajador son particulares, pero muchos se enfrentan ya a las estrecheces propias de las crisis. Asumir el hecho de una bajada de salario no es fácil nunca, pero cuando no se explica adecuadamente sienta peor.