El mercado de trabajo actual se caracteriza por su condición dinámica y cambiante, con desequilibrios y transformaciones continuas, tanto cuantitativas como cualitativas. Nuevas ocupaciones sustituyen a las tradicionales, la oferta de profesionales supera a la demanda en según qué actividades, y valores que hace unos años no eran tendidos en cuenta hoy son prioritarios.
La opción que hasta hace poco se veía como única era trabajar por cuenta ajena (depender de otros para ser contratados y percibir un sueldo por la tarea realizada), actividad a la que se relacionaban directamente conceptos como seguridad, comodidad, ausencia de conflictos, etc. Pero el autoempleo es una posibilidad, tan real y válida como la primera, de inserción profesional.
Una persona emprendedora, una idea de negocio y un plan de empresa son los componentes esenciales para iniciar un proceso de creación de empresas.
Plantearse un futuro laboral creado por uno mismo supone asumir valores y principios como la iniciativa, capacidad de observación, creatividad, ingenio, trabajo en equipo, capacidad para tomar decisiones, fortaleza, capacidad de sacrificio, riesgo, responsabilidad, etc., propios de las personas emprendedoras. Como señalan N. Elías y J. F. Fernández, “El desarrollo de iniciativas empresariales requiere básicamente de la voluntad de ser emprendedor, es decir de su voluntad de trabajar con orientación a resultados, de asumir riesgos y mantenerse en entornos de incertidumbre, de su perseverancia, esfuerzo y dedicación”.
Desarrollar la creatividad y practicar comportamientos emprendedores permite detectar ideas (otro de los componentes esenciales a la hora de iniciar un proceso de creación de empresa) e inventar así alternativas profesionales en el mercado de trabajo.
No es necesario ser un inventor, ya que muchas ideas de las que surgen nuevos negocios no se basan directamente en grandes descubrimientos técnicos, sino de la observación sistemática de los cambios de las nuevas necesidades que se producen en la economía y en la sociedad.
Pero, como indica la Comisión Europea, para que una idea empresarial sea un éxito “es necesaria una capacidad de combinar la creatividad o la innovación con una gestión sólida y de adaptar el negocio, de modo que su desarrollo se vea optimizado durante todas las fases de su ciclo de vida”. Pensar de un modo diferente, enfocar los casos con una nueva visión, desarrollar la capacidad para pensar y mirar de forma creativa, así como el conocimiento y la sensibilidad hacia el mercado (esto es, estar atento y reconocer las oportunidades) son algunas de las claves para ser creativo y para descubrir ideas de negocio innovadoras.
Las ideas de negocio pueden surgir de muchas fuentes, y muchas buenas ideas han surgido al identificar una solución a un problema. Pero hay que tener en cuenta que las ideas deben trabajarse, ya que no es siempre un proceso rápido, sino que requiere tiempo y esfuerzo convertirlas en proyectos de empresa.
El plan de empresa (también llamado plan de viabilidad o plan de negocio) es el instrumento que sirve para planificar la empresa antes y después de su puesta en marcha. Permite estudiar la viabilidad técnica, comercial, económica y financiera del proyecto de creación de empresa y, además, es la carta de presentación ante posibles financiadores, colaboradores, etc. Esto no significa que sirva para predecir al cien por cien el futuro, ya que no es algo que, una vez realizado, sirva para toda la vida. Al contrario, el plan de empresa es un elemento vivo, en el que deben distinguirse claramente entre hechos y suposiciones.
La falta de tiempo, el miedo al fracaso o la falta de confianza son algunas de las excusas que se plantean para no realizarlo. Pero afrontar la elaboración del plan de viabilidad sirve para madurar la idea de negocio, para estudiar aquellas áreas que no se dominan y para establecer unos objetivos y previsiones, y prepara las acciones que han de llevarse a cabo. Es un hecho, y así lo aseguran los expertos, que el tiempo y dedicación que exige terminan siendo muy rentable.
Estas son las áreas esenciales que ha de recoger un plan de empresa:
– Equipo emprendedor: qué personas lo conforman, cuál es su formación y experiencia profesional, qué conocimientos relacionados con el negocio tienen y por qué quieren embarcarse en es proceso.
– Idea de negocio: qué producto o servicio se va a ofrecer, a quién, y qué ventajas se ofrecen.
– Plan de marketing: cómo son los competidores, quiénes serán los proveedores, quiénes serán los clientes y cómo se van a agrupar. Cuáles serán, en concreto, los productos o servicios, sus precios, distribución, comunicación, etc..
– Plan de recursos humanos: cuál será el personal interno y externo y qué gasto supondrán.
– Plan de inversiones: cuáles son los medios materiales y financieros con los que se cuenta o contará.
– Resultados previsionales: cuenta de resultados, plan de tesorería y balance de situación.
– Forma jurídica: qué forma jurídica tendrá la empresa que se podrá en marcha.
– Plan contable y fiscal: obligaciones referentes a constitución y alta, registro de ingresos y gastos y pago de impuestos por la actividad.
– Análisis del proyecto: análisis económico-financiero, estratégico y conclusiones de viabilidad.
El plan de empresa marcará, prácticamente, el proceso de inicio de la actividad empresarial.